jueves, 28 de abril de 2011

Imposible compartir


Hay algo que, aunque quisiera en algún momento, me es imposible compartir.
La depresión.
Es de las pocas vivencia, creo yo, en el que puedes hacer partícipe al resto.
No buscando que se depriman ni nada por el estilo; sino simplemente para que de alguna forma puedan entender por qué razón una funciona de cierta forma, y al segundo, todo es completamente distinto.
Pero es incómodo hablar de ello. Es incómodo intentar explicar algo que ni uno sabe qué cresta sentido darle.
Porque es triste también hablar de ello.
Porque me muestra miserable, sensible, vulnerable y da la sensación de que no tienes fuerza de voluntad para salir adelante.
Y anda tú a tratar de explicarles al resto que no se trata de fuerza de voluntad.
Que uno pone todo de su parte, y que pese a ese "todo de su parte" las cosas siguen igual o peor que antes; y terminas frustrándote y deprimiéndote aún más.

Llevo creo que un mes sin medicamentos.
Me di de alta yo.
No le pedí permiso a nadie, ni a mi cuerpo.
Sí porque no bajé dosis ni nada. Así de sopetón una mañana dejé de tomarlas.
Al principio todo bien, como en todas las cosas.

¿Ahora? ¡Y nada!: intolerancia al máximo, frustración constante, rabia, ira al menos 4 ó 5 veces al día.
La pena y el llanto extremo aún no llegan. Pero como me conozco, ya sólo es cuestión de días.

Esas tristezas vienen generalmente después de mi rabia, de esas ganas enorme de botar todo.
Y no me refiero al ejercicio de revisar cosa por cosa para ver lo que sirve y lo que no.
No.
Hoy estuve a un tris de despejar mi escritorio, mi sillón y mi repisa... así a la mala, sin dar tiempo a pensar si rompo o no, si hay algo a lo que hay que proteger porque me trajera buenos recuerdos, o porque en su momento me costó un ojo de la cara.
Pero afortunadamente mi madre está en casa.
Y se me fue esa loca idea.
Y me miró y me encontró más rabiosa, y menos tolerante. Más agresiva y distante.

Y me dijo: "Definitivamente son las pastillas. Te estás comportando de la misma manera irascible y contenida que hace años atrás, cuando no las tomabas".
A ella no le gusta que las toma. Y está feliz con que no tenga intenciones de tomármelas. Por eso quizás acepta mis cambios de humor durante el día y todos los días.
Y acepta que hoy sea la rabia y mañana quizás la pena.
Las madres nos conocen mucho mejor que uno mismo.

En fin... sigo luchando por no tomármelas. Pero está teniendo daños colaterales con personas que forman parte de mi vida y que no entenderán que se debe a una falta de cierto químico en el cuerpo...

Tengo dos opciones:
  • encerrarme cual marmota en mi pieza hasta que pase la crudeza del invierno, y algo de la flagelante primavera.
  • o volverme feliz... felizmente medicada.
Y así estoy, en medio de esta decisión... pero cual marioneta, colgando de los hilos que maneja esta enfermedad, con la rabia de ciertas cosas y la tristeza de otras.
Y bue... sólo quiero dormir.

lunes, 4 de abril de 2011

Lo siento

Por abandonarte en el momento que quizás más me necesitaste, y dejarme abandonar.

Por intentar recuperarte cuando tu mente es un cristal, que frente a cualquier golpe de la vida, puede romper tu cordura.

Por perderme siquiera antes de que supieras lo que es enfrentarse al mundo.
Por no enseñarte a cómo enfrentarlo.