lunes, 17 de agosto de 2009

Obsequios, amistad y otras desiluciones se venden

Se venden, sí. (bueno, ya quedan pocos)
Porque nuevamente, y por la pelotudez de confiar en alguien he vuelto a caer en una deuda considerable en telefonía, multas por cambios y otros etcéteras.
Habría deseado venir con nada que le recordara.
No soy apegada a lo material, en lo absoluto. Aunque no niego que lo disfruto si alguien lo comparte conmigo. Pero no me vendo por un par de regalos.
Prefiero mil veces el calor humano, el cariño, el respeto que tener en mis manos a un monstruo tecnológico de último modelo.
No hay comparación.

Pero tb estoy conciente de que la necesidad tiene cara de hereje, y no dude en coger "mis regalos" que pudiera vender, desde el momento que supe que debía pagar esa excesiva multa por dejarme llevar por la exagerada confianza en los que se me muestran como amigos. Ingenuidad imprudente, considerando que ya había vivido un episodio similar.
Pero lo que me gustaría vender con mayor apuro, o regalar si alguien lo quiere, es el miedo que cada noche me cubre. El espanto que me sigue cuando me voy a dormir, y temo que ese alguien entre nuevamente a mi cuarto gritando tanta basura como se le puede ocurrir, con esa rabia oculta durante tanto tiempo, por no corresponder de igual forma a sus "afectos" y con unos ojos sangrantes de despecho.

Lamentablemente nunca me conoció. Y no fue porque yo no me haya mostrado como soy. Siempre he sido clara en mis actitudes. Sino simplemente porque se creó en parte una imagen de mi que él tenía ya prefabricada en su cabeza.
Tengo una confusión, porque aún siento un cariño por alguien que me agredió gratuitamente, y por razones que aún no entiendo ni comparto. No hubo maldad ni hay maldad de mi parte. Jamás lo habrá... y de hecho, aún no sale (aunque ahora sí lo quisiera con toda el alma).
Mi pregunta es qué situación más amarga y angustiante debo esperar a que me pase para hacer caso a ese pequeño Pepe Grillo que me dice, de vez en cuando, que esa amistad no es verdadera. Nada es gratuito. Todo cuesta. Si alguien te hace tantos obsequios a razón de nada, precisamente es "algo más" lo que quiere.
Y puede ser que no sea, específicamente, una sana amistad.